La memoria es una función del
cerebro y, a la vez, un fenómeno de la mente que permite al
organismo codificar, almacenar y evocar la información del pasado. Surge
como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas
entre las neuronas, lo que crea redes neuronales (la
llamada potenciación a largo
plazo).
La
memoria permite retener experiencias pasadas y, según el alcance temporal, se
clasifica convencionalmente en: memoria a corto plazo(consecuencia
de la simple excitación de la sinapsis para reforzarla o
sensibilizarla transitoriamente), memoria
a mediano plazo y memoria a largo plazo (consecuencia
de un reforzamiento permanente de la sinapsis gracias a la activación de
ciertos genes y a
la síntesis de las proteínas
correspondientes). El hipocampo es la parte del cerebro relacionada a la
memoria y aprendizaje. Un ejemplo que sustenta lo antes mencionado es la
enfermedad de Alzheimer que ataca las neuronas del hipocampo lo que causa que
la persona vaya perdiendo memoria y no recuerde en muchas ocasiones ni a sus
familiares.
En
términos prácticos, la memoria (o, mejor, los recuerdos) son la expresión de
que ha ocurrido un aprendizaje. De ahí que los procesos de memoria y de
aprendizaje sean difíciles de estudiar por separado.
Fisiológicamente,
las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas
biológicos, incluidas las expresiones
faciales, los músculos, la voz, la actividad del SNA y la del sistema endocrino, a fin de
establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo.
Conductualmente,
las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro
entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos
alejan de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias
innatas y aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que
muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas
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